Archivo de la etiqueta: Pixies

Primavera jurásica

Parece mentira, pero el Primavera Sound de 2010 congregó más dinosaurios de la cosa rock y del asunto pop que Pachanga en Arganda™. Sin esforzarme mucho, me salen:

– Neil Young, de la mano de Pixies:

– Elvis Presley, de la mano de Pet Shop Boys:

– Scott Walker, de la mano de Marc Almond:

– Jacques Brel, de la mano de Scott Walker, de la mano de Marc Almond:

(Está mucho mejor aquí, pero Youtube no deja insertarlo)

– Y Bruce Springsteen de la mano de Bigott:

(De nuevo está mucho mejor aquí -hasta sale Monica Geller-,  pero Youtube no deja insertarlo)

Firmado: Ander de Brich

Estado de la cuenta atrás: …cero.
Modo Musikiki: Apagado
Modo Mundial: Encendido

Epifanía

Podría hablar largo y tendido del magnífico concierto de Grizzly Bear; de cómo me jode que el papel de Kim Deal en los Pixies haya pasado de la humillación en 2004 al ninguneo en 2010; de la indeseable manicstreetpreacherización de algunos grupos de clase media; de la estatua, la mermelada y de la estatua de mermelada; de lo raros que fueron los últimos veinte minutos de la actuación de Spoon; de lo bien que salió el concierto de Beach House pese a que priori son un grupo poco (o nada) festivalero; del incidente de L con una Dum Dum Girl; o de la resultona resurrección de Pavement y sus uhuhús.

Sería desviar la atención.

Lo más grande que pasó en Barcelona este fin de semana ocurrió el viernes a las siete de la tarde en el Auditori:

En sonido del vídeo no hace justicia, pero tampoco importa tanto. Me parece imposible que quien no estuvo allí pueda hacerse una idea de la belleza, de la intensidad o de la inmensidad del momento.

Firmado: Ander de Brich
Estado de la cuenta atrás: … uno

Cien razones por las que salvar los años 80 (28): Dinosaur Jr y la antesala del «grunge»

Unos años antes de que Nirvana y otros grupos de Seattle incendiaran el orden establecido y acelerasen la cuesta abajo de un montón de viejas glorias de los ochenta, una banda con nombre de reptil iba a anticipar parte de lo que estaba por venir. Se llamaba Dinosaur Jr, estaba liderada por J Mascis y Lou Barlow y oponía a las producciones perfectamente frías de la época, un ruidismo llevado al extremo. Vean, por ejemplo, lo que hacían con el Just Like Heaven de The Cure:

La manera de cantar de Mascis, con un solo registro desafinado, les servía de marca de fábrica entre todos los grupos que alimentaban por aquel entonces la escena de Boston. Si no me falla la memoria, entre ellos había bandas del calibre de Hüsker Dü, Pixies, The Lemonheads o Throwing Muses. En aquel hervidero musical, Dinosaur Jr se dio a conocer con canciones como Little Fury Things y redondeó la jugada componiendo uno de los himnos del movimiento «grunge». Data de 1988 y tres años después en la gira que les reunió con Nirvana y Sonic Youth sonaba así:

Firmado: Ander de Brich

Nota: Llamo «grunge» al «grunge» para entendernos. Nunca vi claro que hubiera algo realmente distintivo o nuevo en la música de aquel momento y no entiendo por qué mereció una etiqueta aparte.

Cien razones por las que salvar los años 80 (4): el «I’m Your Man» de Leonard Cohen lo vende todo

A la mayoría de ustedes les sonará la situación. Alguien les pregunta qué discos están escuchando últimamente y, cuando responden, la cara de póker de su interlocutor es de cuidado. En algunos casos, especialmente en la adolescencia, tras las fases de interés y estupefacción llegaba la de cabreo y, a veces, una acusación de esnobismo: «Te estás haciendo el interesante. En realidad, tú lo que escuchas es a Melendi, como todo el mundo», venían a decirte.

Y es que muchos se niegan a creer que prestemos más atención a Bill Callahan que a Coldplay; que nos gusten los Surfin’ Bichos y, en cambio, Maná nos parezca irrelevante; o que, allá por los años ochenta, nos interesasen más The Smiths que los Dire Straits. Notarán que me estoy esforzando para que los ejemplos de lo que no me tira no sean tan obvios como el desprecio genérico (y, en mi opinión, justificado) hacia todo lo que haya salido de Operación Triunfo y que no firme sus discos con un nombre sacado de Cien años de soledad.

El bueno de Leonard lo tiene tan claro como Woody Allen: la razón para hacerte artista es que se folla más.

El bueno de Leonard lo tiene tan claro como Woody Allen y nos lo tiene dicho: la razón para hacerte artista es que se folla más.

Llegados a esta altura del texto se preguntarán qué rayos tiene que ver esta perorata con el título de la entrada, así que no me va a quedar más remedio que explicarme. Durante un montón de años he negado las acusaciones de esnobismo con cinco ejemplos de discos que arrasaron en las listas de ventas, que, en consecuencia, gustaron a todo el mundo, y que a mí también me hicieron gozar como a un enano. Se trata de Automatic For The People y Out of Time de R.E.M.; Nevermind de Nirvana; Achtung Baby de U2 y I’m Your Man, de Leonard Cohen. Ustedes, que son gente de mundo, ya habrán notado que cuatro de ellos son de los primerísimos noventa, pero que el último de ellos es de 1988. Y ahí quería yo llegar, al discazo con el que despidió la década el gran mujeriego canadiense.

Pese a que los arreglos del disco no son del todo de mi gusto, de las ocho canciones de I’m Your Man, cuatro me parecen obras maestras, dos más que notables y otras dos sólo buenas. ¿Se puede pedir más? Porque este álbum también nos lo ofrece. Por sus canciones han pasado las manos de los Pixies, las de R.E.M., las de Nick Cave and The Bad Seeds o las de Rufus Wainwright y todos ellos nos han ofrecido algo nuevo y valioso. Y eso dejando al margen la adaptación mayúscula del First We Take Manhattan que grabaron Enrique Morente, Estrella Morente y Lagartija Nick para el Omega.

Parece que lo suyo sería incluir aquí el vídeo de First We Take Manhattan pero la estúpida e inexplicable política de inserción en otras páginas que se llevan a medias el Tutubo y las discográficas no nos lo permiten. Habrá que conformarse con una interpretación en directo de Everybody Knows, que tampoco es moco de pavo.

Así que, cuarta razón para salvar los años ochenta: En 1988 se publicó I’m Your Man y además tuvo éxito.

Firmado: Ander de Brich

Please, allow me to introduce myself

BSO: THE ROLLING STONES | Sympathy for the Devil

Me gustan las listas. No tanto como los animales (con cebolla y pimientos), pero me gustan. Para saber de qué pie cojeo y dado que los logros de mi vida son más irrelevantes que el legado musical de Emilio Estefan, no se me ocurre nada mejor que presentarme con una lista autobiográfica: la de las diez maravillas que más veces se la han jugado con la aguja (asesina) de mi tocadiscos.

Las joyas de la corona

Las joyas de la corona

Son éstos: The Velvet Underground & Nico (1967), (sí, el del plátano, ya sé que está muy manido, pero es que me gusta a rabiar); The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972), de David Bowie; Buena disposición (1982), de Nacha Pop; The Queen is Dead (1986), de The Smiths; Sister (1987), de Sonic Youth; el primero de The Stone Roses (1989); Doolittle (1989), de los Pixies; Super 8 (1994), de Los Planetas; 69 Love Songs (1999), de The Magnetic Fields; y Funeral (2004), de The Arcade Fire. Me doy cuenta de que el último disco es el único de este siglo, pero, al fin y al cabo, para eso estamos aquí, para gozar como perracos con los descubrimientos que vayamos haciendo desde Musikiki e ir dejando constancia de ello.

Por el momento, la lista de fobias me la ahorro. Basta con acudir a la presentación de la gran esperanza negra, tachar a Nick Cave de la nómina de sobrevalorados y escribir el nombre debajo.

Firmado: Ander de Brich